Debajo de la imagen de la portada del libro "Los fuera de serie", una fotografía de su autor Malcolm Gladwell.
El autor define una serie de características que se dan en forma simultanea para hacer que consideremos a ciertas personas extraordinarias. El párrafo que se transcribe a continuación habla específicamente sobre la experiencia que se necesita para alcanzar la maestría en una determinada profesión.
La prueba número uno en el debate sobre el talento es un estudio realizado a principios de los años noventa por el psicólogo K. Anders Ericsson y dos de sus colegas en la elitista Academia de Música de Berlín. Con ayuda de los profesores de la Academia, dividieron a los violinistas en tres grupos. En el primer grupo estaban las estrellas, los estudiantes con el potencial para convertirse en solistas de categoría mundial. En el segundo aquellos juzgados simplemente "buenos". En el tercero, los estudiantes que tenían pocas probabilidades de llegar a tocar profesionalmente y pretendían hacerse profesores de música en el sistema escolar público. Todos los violinistas respondieron a la siguiente pregunta: en el curso de toda su carrera, desde que tomó por primera vez el violín, ¿cuántas horas ha practicado en total?
En los tres grupos, todo el mundo había empezado a tocar a misma edad, alrededor de los cinco años. En aquella fase temprana, todos practicaban aproximadamente la misma cantidad de horas, unas dos o tres por semana. Pero cuando los estudiantes rondaban los ocho años, comenzaban a surgir las verdaderas diferencias. Los estudiantes que terminaban como los mejores de su clase empezaban por practicar más que todos los demás: seis horas por semana a los nueve, ocho horas por semana a los doce, dieciséis a los catorce y así sucesivamente hasta que a los veinte practicaban bien por encima de las treinta horas semanales. De hecho a los veinte años los intérpretes de elite habían acumulado diez mil horas de práctica cada uno. En contraste los estudiantes buenos a secas habían sumado ocho mil horas; y los futuros profesores de música, poco más de cuatro mil.
A continuación Ericsson y sus colegas compararon pianistas aficionados con pianistas profesionales. Se repitió el mismo patrón: los aficionados nunca practicaban mas de unas tres horas por semana durante su niñez; y a los veinte años habían sumado dos mil horas de práctica. Los profesionales por otra parte, habían aumentado su tiempo de práctica año tras año, hasta que a los veinte, como los violinistas, habían alcanzado las diez mil horas.
Lo más llamativo del estudio de Ericsson es que ni él ni sus colegas encontraron músicos "natos" que flotaran sin esfuerzo hasta la cima practicando una fracción del tiempo que necesitaban sus pares. Tampoco encontraron "obreros" romos a los que, trabajando mas que nadie, lisa y llanamente les faltara el talento necesario para hacerse un lugar en la cumbre. Sus investigaciones sugieren que una vez que un músico a demostrado talento suficiente para ingresar en una academia superior de música, lo que distingue a un intérprete virtuoso de otro mediocre es el esfuerzo que cada uno dedica a practicar. Y eso no es todo: los que están en la misma cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás. Trabajan mucho, mucho más.
La idea de que la excelencia en la realización de una tarea compleja requiere un mínimo dado de práctica, expresado como valor umbral, se abre paso una y otra vez en los estudios sobre la maestría. De hecho, los investigadores se han decidido por lo que ellos consideran un número mágico de la verdadera maestría: diez mil horas.
La imagen que surge de tales estudios es que se requieren diez mil horas de práctica para alcanzar el nivel de dominio propio de un experto de categoría mundial, en el campo que fuere - escribe el neurólogo Daniel Levitin -. Estudio tras estudio, trátese de compositores, jugadores de baloncesto, escritores de ficción, patinadores sobre hielo, concertistas de piano, jugadores de ajedrez, delincuentes de altos vuelos o de lo que sea, este número se repite una y otra vez. Desde luego, esto no explica por qué algunas personas aprovechan mejor sus sesiones prácticas que otras. Pero nadie a encontrado aún un caso en que se lograra verdadera maestría de categoría mundial en menos tiempo. Parece que el cerebro necesita todo ese tiempo para asimilar cuanto necesita conocer para alcanzar un dominio verdadero.
pueden ver un complemento de estos conceptos en estos slides sobre el libro, que hice hace un tiempo atras http://www.slideshare.net/danielsabino/motivar-personas-gladwell
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